lunes, 5 de noviembre de 2012

A ritmo de jazz

Llueve.
La ciudad está oscura, sin apenas luz, sin apenas vida. Un frío viento me coge desprevenida y hace volar mi paraguas. Logro atraparlo de nuevo y me vuelvo a aislar en mi pequeño refugio impermeable. Es un día triste. La oscuridad lo entristece aún más, y lo hace más solitario. Apenas hay gente en la calle: un vagabundo está buscando refugio para pasar la noche y una pareja de jóvenes enamorados corren cogidos de la mano, riendo y chapoteando bajo la lluvia como niños. Parecen no tener preocupaciones, como si no les importara ensuciar sus elegantes ropas de trabajo. Siento envidia, pero a la misma vez me alegro por su felicidad. Siento ansias de experimentar ese sentimiento de libertad al dejar que la lluvia se apodere de mi cuerpo.

La intensa lluvia se calma, y las antes grandes gotas son substituidas por pequeñas pero continuas lágrimas de cielo. Me dirijo hacia un estrecho callejón en busca de algún bar de mala muerte en el que sentirme acompañada a estas altas horas de la noche. Parece que un agujero negro haya absorbido a todos. Ni una sola alma vaga por el lugar, ni sola ni acompañada. Se respira un aire fresco y húmedo, y el callejón me resguarda del brusco viento. Avanzo por el casi claustrofóbico callejón, pero la búsqueda de refugio es en vano. Al llegar al final me encuentro en una pequeña plaza. Me siento sola, pero en realidad no lo estoy. Una distante melodía es eclipsada por las campanadas de la iglesia que resuenan por todo el barrio. Al cesar las campanadas, la melodía sigue su discurso. Miro a mi alrededor buscando el origen de ese conjunto de sofisticadas notas de jazz, pero solamente veo a un gato huyendo del agua. En una esquina de la plaza, veo una sombra resguardándose en un portal. Me acerco a ella y a medida que avanzo, la suave melodía de un saxo se intensifica. Reconozco la melodía. Es “I’m in the mood for love” del magnífico saxofonista Charlie Parker, una pieza del jazz que parece haber estado creada para días como hoy. El misterioso saxo es tocado por un hombre de mediana edad. Su expresión me transmite sentimiento. Puedo sentir cómo saborea cada nota, una por una intentando retenerlas, hasta dejar que el viento se las lleve. Lo miro fijamente, hipnotizada por su música. De pronto, abre los ojos y sube la mirada. Interrumpe su concierto y me sonríe. Sin decir palabra, vuelve a coger suavemente las curvas del instrumento entre sus ágiles dedos. Ha cambiado de melodía. Cuando me doy cuenta, las campanas vuelven a sonar y miro el reloj. Llevo media hora dominada por las notas que surgen del perfecto instrumento, bajo la lluvia. El hombre está feliz, yo soy feliz, la música nos hace felices. De repente, siento que todo me da igual, mis pensamientos se alejan junto al “swing” del jazz. Sólo quiero disfrutar, dejar que la lluvia me moje y sentirme viva. Ante los incrédulos ojos del saxofonista dejo caer suavemente mi paraguas al suelo y salgo del portal en el que nos resguardamos. Las primeras gotas de lluvia me caen en la cara y dejo ir una divertida y aniñada risa. El hombre me mira divertido. Cómo si me hubiera leído el pensamiento, suenan las primeras notas de “Singing in the rain”. Esta vez me río libremente, sin esconder nada. Mis botas de agua empiezan a chapotear en los charcos. Vuelvo a ser aquella niña de diez años ajena a la realidad, para la que ser feliz es tan fácil como llenar su ropa de barro y salpicar con sus coloridas botas de agua. Chapoteo a ritmo de jazz, respiro a ritmo de jazz, bailo a ritmo de jazz, vivo a ritmo de jazz. Me dejo llevar por la sensual melodía que me atrae a ser suya. El jazz me seduce, y yo me dejo controlar. Me siento libre y hago mía toda la plaza. Salto, canto, chapoteo, bailo. Soy yo, pero a la vez soy una yo extasiada. Una yo más niña disfrutando de la libertad. Veo como el saxofonista viene a reírse de los problemas y de la dureza de la vida conmigo. 

Cuando nos damos cuenta, las campanas vuelven a sonar. Seis sonoras campanadas. Sí, las seis de la mañana. Nos miramos y nos reímos a carcajada limpia. La lluvia ha cesado y ni siquiera nos hemos dado cuenta. Es hora de despedirse, el jazz tiene que ir a dar libertad a otras vidas. Nos damos un intenso abrazo.
-          Gracias. – Me dice él.
-          Gracias a ti.
Recojo mi paraguas y vuelvo al claustrofóbico callejón. Sonrío para mí, orgullosa y feliz de haber vivido hasta las seis a ritmo de jazz. 

Lau

"Puede haber cierta magia cuando escribo, pero el resto del día soy nada más que un amante del jazz como hay millones por ahí." Haruki Murakami


miércoles, 29 de febrero de 2012

Me besas y siento



Me besas y siento,
siento y te abrazo,
te abrazo y me abrazas,
me abrazas y sonrío,
sonrío y, divertido, me miras,
me miras y te miro,
te miro y me hablas,
me hablas y me río,
me río y soy feliz.
Y soy feliz porque me haces sentir.

Sonríes porque te cojo la mano,
te cojo la mano porque tú me coges la otra,
me coges la otra porque me apoyo en ti,
me apoyo en ti porque me besas en la frente,
me besas en la frente porque te beso en los labios,
te beso en los labios porque éstos, suavemente, me devuelven el beso,
me devuelves el beso porque siento.
Y siento porque me besas.


Lau 

"El amor es la poesia de los sentidos". H de Balzac

martes, 28 de febrero de 2012

El impiadoso robo de la infancia


Su mirada estaba vacía, no sentía, no transmitía. Sus ojos miraban impasible, fríamente.
El hambre y el cansancio se delataban en los huesudos pómulos de su tez, que se contrarrestaba con la mirada fija y segura de sus ojos.

La seriedad inundaba su cara y los músculos estaban en tensión.
Sus labios estaban apretados con fuerza uno contra otro tragándose las palabras.
Tenía el torso desnudo, con magulladuras fruto de la violencia, heridas fruto de la crueldad

Su corta edad era evidente.
 
Sus estrechos brazos estaban en tensión, aguantando con fuerza lo que sus manos sostenían. Entre ellas, una mortal metralleta amenazaba el cielo.
Su cara imponía, y el delgado dedo junto al gatillo daba a entender que no era un juego.
No había ni rastro de la inocencia propia de un niño, de la alegría o de la tristeza propias del ser humano, de la vida propia de la humanidad

Ni un solo indicio de compasión

Tenía un porte firme, seguro. Parecía ser plenamente consciente de lo que hacía. Estaba dispuesto a todo, y su mirada retaba a cualquiera que le desafiara.
Intenté creer que había algo más allá de la helada mirada. Puede que él desconociera la vida más allá de la violencia, puede que al robarle su infancia se llevaran su vida, encadenada a su sonrisa.

Suspiré y volví a mirar el título. “Niños soldado: el impiadoso robo de la infancia”. Sentí lástima por aquellos que recurren a destrozar la inocencia de niños privándolos de vivir y, sobretodo, de sonreír.

  Lau

"He llegado por fin a ser lo que quería ser de mayor: un niño". Joseph Heller

domingo, 26 de febrero de 2012

Estaré amb tu (I'll stand by you)


Per què estàs tant trist?
Les llàgrimes volen caure dels teus ulls. 

Vine, vine amb mi. No tinguis vergonya de plorar, deixa'm veure a través de tu perque jo també he vist l'oscuritat

Quan cau la nit no saps què fer. Res que em confessis em farà estirmar-te menys. 

Estaré amb tu, no deixaré que ningú et faci mal perque estaré amb tu. 

Així que si sents ràbia, enfadat. No ho guardis tot dins, vine i parla'm. Perque, què tens per amagar? Jo també m'enfadaré, perquè sóc com tu

Quan estas entre dos camins i no saps quin agafar, deixa'm anar amb tu perque encara que no escullis el correcte estaré amb tu. 

Estaré amb tu, no deixaré que ningú et faci mal perque estaré amb tu. 

Agafa'm, deixa'm entrar en les teves hores més fosques i mai t'abandonaré. Estaré amb tu. 

I quan cau la nit et sents sol però no ho estaràs, no aniràs pel teu compte. 

Estaré amb tu, no deixaré que ningú et faci mal perque estaré amb tu.

Lau 


“La única manera de hacer un amigo es serlo” Ralph Waldo Emerson


I'LL STAND BY YOU - THE PRETENDERS (PS22 Chorus)

 

lunes, 30 de enero de 2012

Vull ser horitzó

-    Vine amb mi, estigues tranquil•la.

No sabia què fer. No sabia si fiar-me d’aquell estrany o sortir corrents. Per una banda la seva profunda mirada m’hipnotitzava, em lligava a ell. Per l’altra, era un home completament desconegut per a mi. Era gran. Devia tenir uns setanta anys. L’experiència se li notava al rostre, i el cansament de viure tants anys es delatava en les respiracions que interrompien les tan gosades paraules. Com aquell qui res m’havia saludat, em va dir que se’m notava hores lluny que no estava bé. Al veure la meva expressió de desconcert, tímidament va fer-se enrere, i es va excusar dient que quan un ja és gran ha viscut molt, i l’únic que vol és passar la seva experiència als altres. Em va picar l’ullet i va somriure. Jo seguia estant desconcertada, i l’home em va dir que la veritat era que quan un supera els setanta anys, es passa el dia passejant amunt i avall, i la conversa no és molt present en el dia a dia. Em va recordar al meu avi. En la seva anatomia es notava que havia estat un home fort i corpulent, però com a tots, el temps l’havia acabat castigant. Va ser dur veure com el meu avi envellia i passava de ser un home alt i elegant a un homenet prim i sense forces, però mantenint l’elegància fins als seus últims dies. 

Quan em vaig adonar, m’havia aixecat del solitari banc del passeig marítim, i estava seguint al fràgil home. Ell havia notat que alguna cosa en mi no anava bé, però tampoc m’havia preguntat la raó. Tot junt em semblava bastant surrealista. Vaig parar, el surrealisme de la situació em superava. L’avi es va girar, i em va fer un gest per a que continués caminant. I sense que els meus pensaments reaccionessin, les meves cames continuaren caminant. 


Em va portar fins l’espigó. Aquella zona del passeig estava casi deserta. De tant en quant hi havien parelles passejant, persones solitàries buscant un lloc on trobar-se a ells mateixos, i estridents gavines sense rumb fix. Em van recordar a mi, vagant per la vida sense rumb fix.
Em va dir que m’assegués de cara a l’horitzó, i així ho vaig fer. Ell, amb molt d’esforç s’assegué al meu costat. Em va dir que li recordava a la seva néta. “Quina casualitat!” vaig pensar. Vaig somriure, i encuriosida li vaig preguntar on era la seva néta. “Fa quatre anys va complir la majoria d’edat i va voler viure per veure món. Des de llavors no l’he tornat a veure.” Em vaig penedir d’haver-li preguntat i vaig abaixar la mirada. Vaig començar a jugar amb les petites pedres del terra, com feia sempre que estava nerviosa. L’home, en canvi, semblava tranquil i serè. Va mirar a l’horitzó i involuntàriament jo vaig fer el mateix. “Els seus pares li van privar de la llibertat des de que era una nena.” va continuar. “A la majoria d’edat va experimentar per primer cop aquesta llibertat, i va decidir recuperar tota la llibertat de la que havia estat privada durant tants anys”. No sabia que dir. El vaig mirar, la seva mirada estava fixa a l’horitzó, semblava absorbida per la bellesa de l’aigua. El seus ulls sense dir res em deien tot el que l’home havia estat callant durant tants anys. Els remordiments, els penediments, les alegries, les enyorances. 


Continuava ignorant per què m’havia portat fins allà,i li ho vaig preguntar.
-    Mira a l’horitzó. – em va dir – Què hi veus?
No entenia el que volia dir. Li vaig fer cas. Veia aigua i cel separats per una simple línia. Gavines volant i el sol preparant per amagar-se.
-    Veig  el mar, el cel, la posta de sol...
Ell va negar amb el cap i em va mirar.
-    Tanca els ulls. Pensa en tu i en tot allò que et rodeja, i torna’ls a obrir.
Així ho vaig fer. Vaig respirar profundament l’aire salat i fresc d’un vespre de setembre a la platja. L’aire entrava dins meu acompanyat d’un munt de records. Records de persones, records de fets, records bons, records dolents. Vaig sospirar llarga i lentament, com si volgués renovar tota la meva persona. De fet, sabia que allò era exactament el que volia fer.
Records que havia intentat oblidar sense aconseguir-ho, records que ni jo mateixa sabia que estaven dins meu. 


Aquell temps en que els riures i la tendresa estaven presents, records de quan era una petita nena innocent i aliena als problemes. Una nena que era feliç simplement rient, simplement sent ella mateixa. Un sentiment d’enyorança em va envair. Imatges, paraules i fets acompanyats d’enyorança, de felicitat i de penediment. Aquells petons que tant m’havien fet patir però alhora m’havien fet feliç, aquella complicitat que em feia sentir part d’alguna cosa, aquells amics que em valoraven per qui sóc, aquella tendresa que la innocència rep de la seva mare. Tot allò que no estava al meu abast, tot el que havia perdut, tot el que havia canviat.
Un calfred em va recórrer el cos. No tenia fred, però tot i així, com sempre, tenia les mans gelades. Vaig somriure lleugerament. “Hi ha coses que mai canviaran”, vaig pensar.
Vaig respirar profundament i vaig decidir obrir els ulls. El Sol s’estava amagant, i es reflexava al mar en tons rojos i groguencs. El mar, les gavines, el vent... tot s’havia calmat. Semblava com si el món s’hagués parat per donar pas als pensaments. Només existíem l’home misteriós i jo. Sols al món, sols en la solitud els nostres pensaments. 


De sobte, tot havia canviat. La simplicitat de l’horitzó s’havia transformat. Vaig mirar de reüll a l’entranyable home, ell encara tenia els ulls tancats. El vaig mirar fixament. La seva cara era entranyable. La seva llarga vida era visible, i el dolor es podia veure en el seu gest de patiment. Les velles mans li tremolaven suaument. Semblava que volgués llençar al mar tot allò que li feia patir, tot allò que li treia les ganes de viure, tot allò que cada matí al llevar-se li pressionava el pit, li ofegava.


Vaig retornar la mirada a l’horitzó, i vaig entendre el que aquella estranya persona em volia fer entendre. L’horitzó no és tant sols una simple línia. És un tot infinit que separa dos immensos móns inabastables. És una llibertat anhelada pels records, pels desitjos. Allò que hem estimat i deixat anar, trobat i perdut, recordat i oblidat. Un món que avarca els somnis, les il•lusions. La persona impossible que et fa sentir i estimar, el futur que tant anheles amb ànsies, el desig de ser feliç, el somriure encisador que et fa viure... tots aquests impossibles formen l’horitzó, tots  al mateix nivell, tots a la mateixa llunyania. 


Vaig entendre que res és per sempre, i que tot no es pot tenir. Però em vaig negar a resignar-me amb aquests impossibles. Em vaig negar a deixar-los de banda, a acceptar la derrota. Tot no es pot tenir, però si no s’intenta, no s’aconseguirà ni el desig més humil i petit imaginable. Penso navegar mar endins, a contracorrent si fa falta. Penso vèncer a les temptacions i als límits. Penso arribar a l’infinit. Penso ser feliç amb el que tinc, i amb el que puc aconseguir. Penso estar orgullosa de mi mateixa. Penso afrontar els records impossibles d’oblidar, i gaudir dels records que mai seran oblidats. Penso viure i ser lliure.


Les onades trencaven contra l’espigó, mullant-nos suaument. Les fràgils gotes d’aigua fent-nos carícies de porcellana, i el mar oferint-nos una simfonia màgica. Em vaig abandonar a aquell paratge. Em sentia horitzó. “Aquesta és la paraula: horitzó. Vull ser horitzó. Vull arribar a tot, vull no tenir límits, vull llibertat”. No gosava despertar la serenitat d’aquest, i jo tampoc volia despertar. Érem jo i l’horitzó, l’horitzó i jo. Un tot infinit, i una petita part d’aquell infinit. 


Quan em vaig adonar, l’home m’estava mirant amb un somriure de satisfacció.
-    Veig que ho has entès.
-    Si, crec que ho he fet... – vaig respondre tímidament - Li puc preguntar una cosa? – la curiositat em va vèncer.
-    Endavant.
-    Per què jo? Per què això?
-    Mira, he viscut molt. He sigut feliç i m’he enfonsat, he estimat i he odiat, he aconseguit i he perdut. Durant anys m’he anat morint, com la flor que es panseix lentament, però he sapigut ser horitzó, he pogut arribar a ell. I sent horitzó he reviscut dia a dia. Si, he trigat quasi una vida per afrontar el passat, però un cop s’ha navegat tants cops a contracorrent, ja no tinc por del que pugui passar.
He vist masses persones patint, suportant un dolor immens que els impedia viure. Conec aquesta sensació, i m’ha semblat que el que has après et serviria de molt. Però per respondre’t millor, ho faré amb una altra pregunta: Per què has vingut? Per què has confiat i m’has seguit fins a aquí?


Aquella pregunta em va deixar sense resposta. No ho sabia. Senzillament, m’havia deixa’t portar. Alguna cosa dins meu m’havia fet confiar sense comptar amb la raó.
Davant el meu desconcert, l’home va tornar a somriure d’aquella manera tan especial, tan entranyable.
 Fent un gran esforç es va aixecar i va caminar lentament desfent el camí que ens havia portat a aquest descobriment. No entenia el que feia.
-    Esperi’s! On va?
-    Ja em puc quedar tranquil sabent que sempre hi haurà algú amb prou forces per a ser horitzó, i confio en tu, com tu ho has fet amb mi. A reveure, horitzó!
Li vaig somriure, amb aquell somriure li ho vaig dir tot, i ell ho va entendre.
-    Gràcies. Fins aviat, horitzó.








Lau

"Vivimos bajo el mismo techo, pero ninguno tenemos el mismo horizonte". Konrad Adenauer

jueves, 17 de noviembre de 2011

Tiempo al tiempo


Maldito tiempo. 
Malditos días, detestables meses, dichosos años.  No lo podemos hacer retroceder, no lo podemos parar, y mucho menos avanzar. Pero es verdad eso de que el tiempo lo cura todo. Vale la pena esperar, esperar, esperar y volver a esperar. Con el tiempo cambian muchas cosas, las esperas se hacen largas y duras, y una vez la cuenta atrás llega a su fin, experimentaremos la libertad y la satisfacción de tal sacrificio, tal y como dijo Cervantes: Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades.”

El tiempo hace renacer a esa chispa de esperanza que estaba en sus últimos segundos de vida. El tiempo nos hace renacer a nosotros mismos. Pase por donde pase dejará huella, barriendo malos recuerdos y plantando nuevas ilusiones. 

Hay tantas formas de medir el tiempo, segundos en los que te sientes feliz, minutos que vuelan sin apenas darnos cuenta, horas que se te pasan eternas, días con sufrimiento, meses con esperanza, años de alegría y recuerdos. 

Sentirás que poco a poco te vas superando, te haces fuerte. Los días te hacen fuerte. Día tras día ese arrepentimiento que te inundaba y te presionaba el pecho hasta no poder respirar se va diluyendo, y brotes de esperanza van surgiendo de este arrepentimiento. El tiempo nos hace cambiar la forma de ver las cosas, y en consecuencia, las cosas cambian de forma. 

Todo depende del maldito tiempo. Pero el tiempo, a su vez, depende de un todo formado por segundos de impotencia, minutos de resignación, horas de arrepentimiento, días de paciencia, meses de confianza y años de esperanza.

El tiempo, como todo, avanzará a medida que uno avance, y llegará un día en el que por fin seamos libres de las cadenas del tiempo, y las ligaduras del reloj. Diremos basta. Y sabremos que la espera finalmente habrá llegado a su fin. Nosotros controlaremos nuestro propio tiempo, giraremos el reloj de arena tantas veces como nos haga falta, y al fin, viviremos. Porque vivir con tiempo no es vivir, es estar bajo sus órdenes, es depender de él. Pero el tiempo no decide nuestra vida, ésta la decidimos nosotros, el tiempo nos hace pensar, reflexionar y luego decidir. Irónico, pero es el mismo tiempo el que nos enseña a vivir

Tiempo al tiempo, que el tiempo lo cura todo: amores, desamores, sufrimientos, dolores, disgustos, hasta un simple esguince. 

Y, quien mejor fiel compañero en esta espera, que esas personas que te quieren y te entienden, te valoran por lo que eres, y lo último que quieren es verte sufrir. Sobre todo, esa persona que piensa como tú. Tu otro yo, siendo tu su propio ella.  

Así que deja que el tiempo y la compañía te agarren de la mano, para evitar que el tiempo se te escape,  tu vueles a contracorriente, y la compañía te hará avanzar. 


Para mi otro moqui-yo, de su otra moqui-ella. Con un par! 


Lau

 “El tiempo es el mejor autor: siempre encuentra un final perfecto.” Charles Chaplin


Deja que te lleve el viento hoy, a ver el mundo entero
que llegues donde quieras hoy, es todo lo que yo quiero,
dale su tiempo al tiempo hoy
 porque en el mundo entero
siempre hay un rumbo nuevo donde mirar.
Hoy - Lagarto Amarillo 
http://www.youtube.com/watch?v=q5l_uSJr10Y


sábado, 12 de noviembre de 2011

Plany de Maragdes

Les contradiccions de la vida són inevitables. Ara no, ara si; ara blanc, ara negre; ara alegria, ara tristor; ara amor, ara odi; ara ploro, ara canto. Un cop s'aprén a conviure amb aquestes contradiccions, no és si, blanc és negre, alegria és tristor, amor és odi, plorar és cantar.
 
Plany de Maragdes 
 Ja he plorat i ara vull cantar
el temps desfet que he ben perdut xisclant.
Tot m’apareix tal com si al cant distant
hi hagués deixat la sal que fa bo el pa.

Si algú em pregunta quan, diré: enlloc;
si algú em demana on, diré que mai...

Em faré el foll, car no vull l’esplai
de la tristor que em glaça perquè és foc.

Tan sols jo sé que algú em feia plorar
i jo ho volia fer. Quin dolç engany!
–pensar que és falsa l’excusa d’amar!
Sento la música: neix d’un cel clar,
d’una nit màgica que em vol el plany
i ara ja sé la clau: plorar és cantar.

Joan Barceló 

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Llanto de esmeraldas

Ya he llorado y ahora quiero cantar
el tiempo deshecho que he perdido chillando. 
Todo se me representa como si en el canto distante 
hubiera abandonado la sal que hace bueno el pan.

Si alguien me pregunta cuándo, diré: en ninguna parte; 
si alguien me pregunta dónde, diré que nunca... 
Me haré el loco, porque no quiero la distracción 
de la tristeza que me hiela porque es fuego.
Sólo sé que alguien me hacía llorar
y yo lo quería hacer. ¡Qué dulce engaño! 
–¡pensar cuan falsa es la excusa de amar!

Escucho la música: nace de un cielo claro, 
de una noche mágica que me quiere el llanto 
y ahora ya conozco el secreto: llorar es cantar.

Joan Barceló





 Lau

"Si algú em pregunta quan, diré: enlloc;
si algú em demana on, diré que mai... "

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Anhelando la libertad de una cometa...


Ella tan solo era una niña de seis años a la que oír una simple risa ya la hacía feliz

De repente, su cometa se le escapó de las manos. Sin pensarlo dos veces salió corriendo tras ella, avanzando a pesar de la resistencia que le oponía la arena. Era una parte de ella, y con ella sentía que podía controlar el cielo. Saltaba, pero la fina cuerda se deslizaba y se escabullía de sus pequeñas manos. La cometa cada vez volaba más alto, adentrándose en el cielo. Sabía que no la podría atrapar, pero seguía corriendo. El viento acariciaba suavemente el frágil rostro de la niña, y despeinaba sus pequeñas dos coletas. Las diminutas gotas saladas de las olas impulsadas por el viento salpicaban la pequeña y ovalada cara de la chiquilla. Dio por perdida la cometa, y con un llanto de decepción se arrojó en los brazos de su tía, quien la consoló y le prometió que comprarían una nueva. Una vez calmada, se lamió las mejillas. Le gustaba sentir el sabor de la sal juntamente con la dulzura de las lágrimas. Tras unos cuantos sollozos más y con la nariz enrojecida, como le ocurría siempre que lloraba, se dirigió hacia el mar, hipnotizada por la espuma de las olas y haciendo caso omiso de las advertencias de su tía de no adentrarse en el agua. Se acercó hasta la orilla y empezó a buscar conchas. Sentía una enorme curiosidad por ellas. Desde que tenía uso de razón que recolectaba conchas y caracolas. Le atraían y ella las encontraba atractivas a todas y cada una de ellas. Siempre acababa con los bolsillos llenos a rebosar de ellas, hacía una selección, y seguía con su búsqueda para volver a acabar con los bolsillos llenos. Eran su perdición. Tanto de pequeña como de más mayor, siempre ha llevado una preciosa caracola encima, es  su amuleto, le recuerda a su infancia, a sus orígenes y al sitio en el que se siente ella misma y donde solo existen ella, las caracolas, la fina arena, la brisa marina y el mar. Le apasionaba saber que esos seres inanimados habían viajado bajo el mar miles y miles de kilómetros durante siglos, de playa en playa, de océano en océano, de ola en ola. 

Después de hacer la indecisa selección de conchas y las caracolas, se dirigió hacia la toalla donde estaban su  tía y sus primos mientras sin percatarse de ello dejaba tras ella un camino de conchas. Orgullosa, les enseñó su hazaña, y les obligó a contemplarlas todas, una por una. Quería que los demás sintieran la misma admiración que sentía ella, sin embargo, años después aprendería que eso no sería posible. 

Agotada por su descubrimiento, se tumbó en la caliente arena, y como hacía y hace siempre que quiere alejarse de la realidad, cerró los ojos y relajó el cuerpo, fundiéndose con la arena, y escuchó el sonido de las olas del mar rompiendo contra el espigón. Se sentía viva y a la misma vez ausente. Años más tarde, tan solo cerrando los ojos y escuchando el murmullo de las olas se libera, se siente ella misma.

Al incorporarse, respiró profundamente, renovando todo el aire de los pulmones. Se sentía más viva que nunca. Pronto llegaría la magia. Su momento preferido del día. Siempre lo ha sido y lo sigue siendo. Quería aprovechar absolutamente cada segundo de los días siguientes. Cada año esperaba con ansias a que llegara la hora de poder ir a ésa playa, a la playa de Moguer. Fuera invierno, verano, otoño o primavera, nevara o hiciera un sol asfixiante, para ella cualquier época era perfecta para ir a la playa de Moguer. 

El sol se pondría pronto, la arena se enfriaba i una suave brisa marina estaba empezando a envolver el paisaje. A medida que el sol iba bajando, atraído por el horizonte del mar, un olor a sal y a mar se intensificaba. La magia comenzaba su espectáculo. En el primer número, una degradación de tonos azules invadió el cielo. En los números siguientes, el Sol se iba acercando cada vez más al horizonte, y los tonos azulados se volvían anaranjados. En el número final del espectáculo, diferentes tonos de colores rojizos, anaranjados, rosados y amarillentos pintaron en el cielo un increíble atardecer. Eran unos valiosos minutos que la pequeña deseaba con todas sus fuerzas transformar en eternidad. Intentaba retener lo que tenía delante de sus ojos sin pestañear, pensando que así no habría espacios en su recuerdo. Deseaba guardar el momento en su memoria, para que en cualquier momento, de vuelta a Barcelona, pudiera recordar ese estado de libertad, paz y éxtasis. Cada año lo experimenta, pero cada año es diferente. Es una de esas cosas de las que uno repite y repite, y cada vez hay algo nuevo, pequeños detalles, o descubrimientos de emociones escondidas. Podría estar horas, días, semanas, meses observando el atardecer de Moguer. 

Día tras día el sol se fue poniendo, creando atardecer tras atardecer un mágico espectáculo en el cielo. Y los años fueron pasando, pero el sentimiento de libertad era el mismo. La niña ahora no tan pequeña descubría los rincones escondidos de la vida, sus dificultades, sus curiosidades, sus tragedias y sus alegrías. Se iba acostumbrando a la vida, con el tiempo aprendía a vivir. Anhelaba la libertad de una cometa que se pierde en el cielo de la mano del viento. Pero a pesar de todos los cambios que experimentaba, había una sola cosa intocable, imborrable e invariable: la arena y sus conchas, las olas y su espuma, el mar y sus olores y sonidos, y los mágicos atardeceres de la playa de Moguer. 


Y la niña, al igual que la cometa, crece agarrada a una vida y dependiendo de ella, pero en un futuro llegará el día en que tanto la cometa como la chica se escabullan de sus ataduras, dejando atrás el pasado, para vivir un presente en libertad y siendo ella misma.



Lau


Pura filosofía Bob Marleyiana:  "Algunas personas sienten la lluvia. Otras simplemente se mojan"   Bob Marley