martes, 28 de febrero de 2012

El impiadoso robo de la infancia


Su mirada estaba vacía, no sentía, no transmitía. Sus ojos miraban impasible, fríamente.
El hambre y el cansancio se delataban en los huesudos pómulos de su tez, que se contrarrestaba con la mirada fija y segura de sus ojos.

La seriedad inundaba su cara y los músculos estaban en tensión.
Sus labios estaban apretados con fuerza uno contra otro tragándose las palabras.
Tenía el torso desnudo, con magulladuras fruto de la violencia, heridas fruto de la crueldad

Su corta edad era evidente.
 
Sus estrechos brazos estaban en tensión, aguantando con fuerza lo que sus manos sostenían. Entre ellas, una mortal metralleta amenazaba el cielo.
Su cara imponía, y el delgado dedo junto al gatillo daba a entender que no era un juego.
No había ni rastro de la inocencia propia de un niño, de la alegría o de la tristeza propias del ser humano, de la vida propia de la humanidad

Ni un solo indicio de compasión

Tenía un porte firme, seguro. Parecía ser plenamente consciente de lo que hacía. Estaba dispuesto a todo, y su mirada retaba a cualquiera que le desafiara.
Intenté creer que había algo más allá de la helada mirada. Puede que él desconociera la vida más allá de la violencia, puede que al robarle su infancia se llevaran su vida, encadenada a su sonrisa.

Suspiré y volví a mirar el título. “Niños soldado: el impiadoso robo de la infancia”. Sentí lástima por aquellos que recurren a destrozar la inocencia de niños privándolos de vivir y, sobretodo, de sonreír.

  Lau

"He llegado por fin a ser lo que quería ser de mayor: un niño". Joseph Heller

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