jueves, 17 de noviembre de 2011

Tiempo al tiempo


Maldito tiempo. 
Malditos días, detestables meses, dichosos años.  No lo podemos hacer retroceder, no lo podemos parar, y mucho menos avanzar. Pero es verdad eso de que el tiempo lo cura todo. Vale la pena esperar, esperar, esperar y volver a esperar. Con el tiempo cambian muchas cosas, las esperas se hacen largas y duras, y una vez la cuenta atrás llega a su fin, experimentaremos la libertad y la satisfacción de tal sacrificio, tal y como dijo Cervantes: Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades.”

El tiempo hace renacer a esa chispa de esperanza que estaba en sus últimos segundos de vida. El tiempo nos hace renacer a nosotros mismos. Pase por donde pase dejará huella, barriendo malos recuerdos y plantando nuevas ilusiones. 

Hay tantas formas de medir el tiempo, segundos en los que te sientes feliz, minutos que vuelan sin apenas darnos cuenta, horas que se te pasan eternas, días con sufrimiento, meses con esperanza, años de alegría y recuerdos. 

Sentirás que poco a poco te vas superando, te haces fuerte. Los días te hacen fuerte. Día tras día ese arrepentimiento que te inundaba y te presionaba el pecho hasta no poder respirar se va diluyendo, y brotes de esperanza van surgiendo de este arrepentimiento. El tiempo nos hace cambiar la forma de ver las cosas, y en consecuencia, las cosas cambian de forma. 

Todo depende del maldito tiempo. Pero el tiempo, a su vez, depende de un todo formado por segundos de impotencia, minutos de resignación, horas de arrepentimiento, días de paciencia, meses de confianza y años de esperanza.

El tiempo, como todo, avanzará a medida que uno avance, y llegará un día en el que por fin seamos libres de las cadenas del tiempo, y las ligaduras del reloj. Diremos basta. Y sabremos que la espera finalmente habrá llegado a su fin. Nosotros controlaremos nuestro propio tiempo, giraremos el reloj de arena tantas veces como nos haga falta, y al fin, viviremos. Porque vivir con tiempo no es vivir, es estar bajo sus órdenes, es depender de él. Pero el tiempo no decide nuestra vida, ésta la decidimos nosotros, el tiempo nos hace pensar, reflexionar y luego decidir. Irónico, pero es el mismo tiempo el que nos enseña a vivir

Tiempo al tiempo, que el tiempo lo cura todo: amores, desamores, sufrimientos, dolores, disgustos, hasta un simple esguince. 

Y, quien mejor fiel compañero en esta espera, que esas personas que te quieren y te entienden, te valoran por lo que eres, y lo último que quieren es verte sufrir. Sobre todo, esa persona que piensa como tú. Tu otro yo, siendo tu su propio ella.  

Así que deja que el tiempo y la compañía te agarren de la mano, para evitar que el tiempo se te escape,  tu vueles a contracorriente, y la compañía te hará avanzar. 


Para mi otro moqui-yo, de su otra moqui-ella. Con un par! 


Lau

 “El tiempo es el mejor autor: siempre encuentra un final perfecto.” Charles Chaplin


Deja que te lleve el viento hoy, a ver el mundo entero
que llegues donde quieras hoy, es todo lo que yo quiero,
dale su tiempo al tiempo hoy
 porque en el mundo entero
siempre hay un rumbo nuevo donde mirar.
Hoy - Lagarto Amarillo 
http://www.youtube.com/watch?v=q5l_uSJr10Y


sábado, 12 de noviembre de 2011

Plany de Maragdes

Les contradiccions de la vida són inevitables. Ara no, ara si; ara blanc, ara negre; ara alegria, ara tristor; ara amor, ara odi; ara ploro, ara canto. Un cop s'aprén a conviure amb aquestes contradiccions, no és si, blanc és negre, alegria és tristor, amor és odi, plorar és cantar.
 
Plany de Maragdes 
 Ja he plorat i ara vull cantar
el temps desfet que he ben perdut xisclant.
Tot m’apareix tal com si al cant distant
hi hagués deixat la sal que fa bo el pa.

Si algú em pregunta quan, diré: enlloc;
si algú em demana on, diré que mai...

Em faré el foll, car no vull l’esplai
de la tristor que em glaça perquè és foc.

Tan sols jo sé que algú em feia plorar
i jo ho volia fer. Quin dolç engany!
–pensar que és falsa l’excusa d’amar!
Sento la música: neix d’un cel clar,
d’una nit màgica que em vol el plany
i ara ja sé la clau: plorar és cantar.

Joan Barceló 

//


Llanto de esmeraldas

Ya he llorado y ahora quiero cantar
el tiempo deshecho que he perdido chillando. 
Todo se me representa como si en el canto distante 
hubiera abandonado la sal que hace bueno el pan.

Si alguien me pregunta cuándo, diré: en ninguna parte; 
si alguien me pregunta dónde, diré que nunca... 
Me haré el loco, porque no quiero la distracción 
de la tristeza que me hiela porque es fuego.
Sólo sé que alguien me hacía llorar
y yo lo quería hacer. ¡Qué dulce engaño! 
–¡pensar cuan falsa es la excusa de amar!

Escucho la música: nace de un cielo claro, 
de una noche mágica que me quiere el llanto 
y ahora ya conozco el secreto: llorar es cantar.

Joan Barceló





 Lau

"Si algú em pregunta quan, diré: enlloc;
si algú em demana on, diré que mai... "

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Anhelando la libertad de una cometa...


Ella tan solo era una niña de seis años a la que oír una simple risa ya la hacía feliz

De repente, su cometa se le escapó de las manos. Sin pensarlo dos veces salió corriendo tras ella, avanzando a pesar de la resistencia que le oponía la arena. Era una parte de ella, y con ella sentía que podía controlar el cielo. Saltaba, pero la fina cuerda se deslizaba y se escabullía de sus pequeñas manos. La cometa cada vez volaba más alto, adentrándose en el cielo. Sabía que no la podría atrapar, pero seguía corriendo. El viento acariciaba suavemente el frágil rostro de la niña, y despeinaba sus pequeñas dos coletas. Las diminutas gotas saladas de las olas impulsadas por el viento salpicaban la pequeña y ovalada cara de la chiquilla. Dio por perdida la cometa, y con un llanto de decepción se arrojó en los brazos de su tía, quien la consoló y le prometió que comprarían una nueva. Una vez calmada, se lamió las mejillas. Le gustaba sentir el sabor de la sal juntamente con la dulzura de las lágrimas. Tras unos cuantos sollozos más y con la nariz enrojecida, como le ocurría siempre que lloraba, se dirigió hacia el mar, hipnotizada por la espuma de las olas y haciendo caso omiso de las advertencias de su tía de no adentrarse en el agua. Se acercó hasta la orilla y empezó a buscar conchas. Sentía una enorme curiosidad por ellas. Desde que tenía uso de razón que recolectaba conchas y caracolas. Le atraían y ella las encontraba atractivas a todas y cada una de ellas. Siempre acababa con los bolsillos llenos a rebosar de ellas, hacía una selección, y seguía con su búsqueda para volver a acabar con los bolsillos llenos. Eran su perdición. Tanto de pequeña como de más mayor, siempre ha llevado una preciosa caracola encima, es  su amuleto, le recuerda a su infancia, a sus orígenes y al sitio en el que se siente ella misma y donde solo existen ella, las caracolas, la fina arena, la brisa marina y el mar. Le apasionaba saber que esos seres inanimados habían viajado bajo el mar miles y miles de kilómetros durante siglos, de playa en playa, de océano en océano, de ola en ola. 

Después de hacer la indecisa selección de conchas y las caracolas, se dirigió hacia la toalla donde estaban su  tía y sus primos mientras sin percatarse de ello dejaba tras ella un camino de conchas. Orgullosa, les enseñó su hazaña, y les obligó a contemplarlas todas, una por una. Quería que los demás sintieran la misma admiración que sentía ella, sin embargo, años después aprendería que eso no sería posible. 

Agotada por su descubrimiento, se tumbó en la caliente arena, y como hacía y hace siempre que quiere alejarse de la realidad, cerró los ojos y relajó el cuerpo, fundiéndose con la arena, y escuchó el sonido de las olas del mar rompiendo contra el espigón. Se sentía viva y a la misma vez ausente. Años más tarde, tan solo cerrando los ojos y escuchando el murmullo de las olas se libera, se siente ella misma.

Al incorporarse, respiró profundamente, renovando todo el aire de los pulmones. Se sentía más viva que nunca. Pronto llegaría la magia. Su momento preferido del día. Siempre lo ha sido y lo sigue siendo. Quería aprovechar absolutamente cada segundo de los días siguientes. Cada año esperaba con ansias a que llegara la hora de poder ir a ésa playa, a la playa de Moguer. Fuera invierno, verano, otoño o primavera, nevara o hiciera un sol asfixiante, para ella cualquier época era perfecta para ir a la playa de Moguer. 

El sol se pondría pronto, la arena se enfriaba i una suave brisa marina estaba empezando a envolver el paisaje. A medida que el sol iba bajando, atraído por el horizonte del mar, un olor a sal y a mar se intensificaba. La magia comenzaba su espectáculo. En el primer número, una degradación de tonos azules invadió el cielo. En los números siguientes, el Sol se iba acercando cada vez más al horizonte, y los tonos azulados se volvían anaranjados. En el número final del espectáculo, diferentes tonos de colores rojizos, anaranjados, rosados y amarillentos pintaron en el cielo un increíble atardecer. Eran unos valiosos minutos que la pequeña deseaba con todas sus fuerzas transformar en eternidad. Intentaba retener lo que tenía delante de sus ojos sin pestañear, pensando que así no habría espacios en su recuerdo. Deseaba guardar el momento en su memoria, para que en cualquier momento, de vuelta a Barcelona, pudiera recordar ese estado de libertad, paz y éxtasis. Cada año lo experimenta, pero cada año es diferente. Es una de esas cosas de las que uno repite y repite, y cada vez hay algo nuevo, pequeños detalles, o descubrimientos de emociones escondidas. Podría estar horas, días, semanas, meses observando el atardecer de Moguer. 

Día tras día el sol se fue poniendo, creando atardecer tras atardecer un mágico espectáculo en el cielo. Y los años fueron pasando, pero el sentimiento de libertad era el mismo. La niña ahora no tan pequeña descubría los rincones escondidos de la vida, sus dificultades, sus curiosidades, sus tragedias y sus alegrías. Se iba acostumbrando a la vida, con el tiempo aprendía a vivir. Anhelaba la libertad de una cometa que se pierde en el cielo de la mano del viento. Pero a pesar de todos los cambios que experimentaba, había una sola cosa intocable, imborrable e invariable: la arena y sus conchas, las olas y su espuma, el mar y sus olores y sonidos, y los mágicos atardeceres de la playa de Moguer. 


Y la niña, al igual que la cometa, crece agarrada a una vida y dependiendo de ella, pero en un futuro llegará el día en que tanto la cometa como la chica se escabullan de sus ataduras, dejando atrás el pasado, para vivir un presente en libertad y siendo ella misma.



Lau


Pura filosofía Bob Marleyiana:  "Algunas personas sienten la lluvia. Otras simplemente se mojan"   Bob Marley