lunes, 5 de noviembre de 2012

A ritmo de jazz

Llueve.
La ciudad está oscura, sin apenas luz, sin apenas vida. Un frío viento me coge desprevenida y hace volar mi paraguas. Logro atraparlo de nuevo y me vuelvo a aislar en mi pequeño refugio impermeable. Es un día triste. La oscuridad lo entristece aún más, y lo hace más solitario. Apenas hay gente en la calle: un vagabundo está buscando refugio para pasar la noche y una pareja de jóvenes enamorados corren cogidos de la mano, riendo y chapoteando bajo la lluvia como niños. Parecen no tener preocupaciones, como si no les importara ensuciar sus elegantes ropas de trabajo. Siento envidia, pero a la misma vez me alegro por su felicidad. Siento ansias de experimentar ese sentimiento de libertad al dejar que la lluvia se apodere de mi cuerpo.

La intensa lluvia se calma, y las antes grandes gotas son substituidas por pequeñas pero continuas lágrimas de cielo. Me dirijo hacia un estrecho callejón en busca de algún bar de mala muerte en el que sentirme acompañada a estas altas horas de la noche. Parece que un agujero negro haya absorbido a todos. Ni una sola alma vaga por el lugar, ni sola ni acompañada. Se respira un aire fresco y húmedo, y el callejón me resguarda del brusco viento. Avanzo por el casi claustrofóbico callejón, pero la búsqueda de refugio es en vano. Al llegar al final me encuentro en una pequeña plaza. Me siento sola, pero en realidad no lo estoy. Una distante melodía es eclipsada por las campanadas de la iglesia que resuenan por todo el barrio. Al cesar las campanadas, la melodía sigue su discurso. Miro a mi alrededor buscando el origen de ese conjunto de sofisticadas notas de jazz, pero solamente veo a un gato huyendo del agua. En una esquina de la plaza, veo una sombra resguardándose en un portal. Me acerco a ella y a medida que avanzo, la suave melodía de un saxo se intensifica. Reconozco la melodía. Es “I’m in the mood for love” del magnífico saxofonista Charlie Parker, una pieza del jazz que parece haber estado creada para días como hoy. El misterioso saxo es tocado por un hombre de mediana edad. Su expresión me transmite sentimiento. Puedo sentir cómo saborea cada nota, una por una intentando retenerlas, hasta dejar que el viento se las lleve. Lo miro fijamente, hipnotizada por su música. De pronto, abre los ojos y sube la mirada. Interrumpe su concierto y me sonríe. Sin decir palabra, vuelve a coger suavemente las curvas del instrumento entre sus ágiles dedos. Ha cambiado de melodía. Cuando me doy cuenta, las campanas vuelven a sonar y miro el reloj. Llevo media hora dominada por las notas que surgen del perfecto instrumento, bajo la lluvia. El hombre está feliz, yo soy feliz, la música nos hace felices. De repente, siento que todo me da igual, mis pensamientos se alejan junto al “swing” del jazz. Sólo quiero disfrutar, dejar que la lluvia me moje y sentirme viva. Ante los incrédulos ojos del saxofonista dejo caer suavemente mi paraguas al suelo y salgo del portal en el que nos resguardamos. Las primeras gotas de lluvia me caen en la cara y dejo ir una divertida y aniñada risa. El hombre me mira divertido. Cómo si me hubiera leído el pensamiento, suenan las primeras notas de “Singing in the rain”. Esta vez me río libremente, sin esconder nada. Mis botas de agua empiezan a chapotear en los charcos. Vuelvo a ser aquella niña de diez años ajena a la realidad, para la que ser feliz es tan fácil como llenar su ropa de barro y salpicar con sus coloridas botas de agua. Chapoteo a ritmo de jazz, respiro a ritmo de jazz, bailo a ritmo de jazz, vivo a ritmo de jazz. Me dejo llevar por la sensual melodía que me atrae a ser suya. El jazz me seduce, y yo me dejo controlar. Me siento libre y hago mía toda la plaza. Salto, canto, chapoteo, bailo. Soy yo, pero a la vez soy una yo extasiada. Una yo más niña disfrutando de la libertad. Veo como el saxofonista viene a reírse de los problemas y de la dureza de la vida conmigo. 

Cuando nos damos cuenta, las campanas vuelven a sonar. Seis sonoras campanadas. Sí, las seis de la mañana. Nos miramos y nos reímos a carcajada limpia. La lluvia ha cesado y ni siquiera nos hemos dado cuenta. Es hora de despedirse, el jazz tiene que ir a dar libertad a otras vidas. Nos damos un intenso abrazo.
-          Gracias. – Me dice él.
-          Gracias a ti.
Recojo mi paraguas y vuelvo al claustrofóbico callejón. Sonrío para mí, orgullosa y feliz de haber vivido hasta las seis a ritmo de jazz. 

Lau

"Puede haber cierta magia cuando escribo, pero el resto del día soy nada más que un amante del jazz como hay millones por ahí." Haruki Murakami


miércoles, 29 de febrero de 2012

Me besas y siento



Me besas y siento,
siento y te abrazo,
te abrazo y me abrazas,
me abrazas y sonrío,
sonrío y, divertido, me miras,
me miras y te miro,
te miro y me hablas,
me hablas y me río,
me río y soy feliz.
Y soy feliz porque me haces sentir.

Sonríes porque te cojo la mano,
te cojo la mano porque tú me coges la otra,
me coges la otra porque me apoyo en ti,
me apoyo en ti porque me besas en la frente,
me besas en la frente porque te beso en los labios,
te beso en los labios porque éstos, suavemente, me devuelven el beso,
me devuelves el beso porque siento.
Y siento porque me besas.


Lau 

"El amor es la poesia de los sentidos". H de Balzac

martes, 28 de febrero de 2012

El impiadoso robo de la infancia


Su mirada estaba vacía, no sentía, no transmitía. Sus ojos miraban impasible, fríamente.
El hambre y el cansancio se delataban en los huesudos pómulos de su tez, que se contrarrestaba con la mirada fija y segura de sus ojos.

La seriedad inundaba su cara y los músculos estaban en tensión.
Sus labios estaban apretados con fuerza uno contra otro tragándose las palabras.
Tenía el torso desnudo, con magulladuras fruto de la violencia, heridas fruto de la crueldad

Su corta edad era evidente.
 
Sus estrechos brazos estaban en tensión, aguantando con fuerza lo que sus manos sostenían. Entre ellas, una mortal metralleta amenazaba el cielo.
Su cara imponía, y el delgado dedo junto al gatillo daba a entender que no era un juego.
No había ni rastro de la inocencia propia de un niño, de la alegría o de la tristeza propias del ser humano, de la vida propia de la humanidad

Ni un solo indicio de compasión

Tenía un porte firme, seguro. Parecía ser plenamente consciente de lo que hacía. Estaba dispuesto a todo, y su mirada retaba a cualquiera que le desafiara.
Intenté creer que había algo más allá de la helada mirada. Puede que él desconociera la vida más allá de la violencia, puede que al robarle su infancia se llevaran su vida, encadenada a su sonrisa.

Suspiré y volví a mirar el título. “Niños soldado: el impiadoso robo de la infancia”. Sentí lástima por aquellos que recurren a destrozar la inocencia de niños privándolos de vivir y, sobretodo, de sonreír.

  Lau

"He llegado por fin a ser lo que quería ser de mayor: un niño". Joseph Heller

domingo, 26 de febrero de 2012

Estaré amb tu (I'll stand by you)


Per què estàs tant trist?
Les llàgrimes volen caure dels teus ulls. 

Vine, vine amb mi. No tinguis vergonya de plorar, deixa'm veure a través de tu perque jo també he vist l'oscuritat

Quan cau la nit no saps què fer. Res que em confessis em farà estirmar-te menys. 

Estaré amb tu, no deixaré que ningú et faci mal perque estaré amb tu. 

Així que si sents ràbia, enfadat. No ho guardis tot dins, vine i parla'm. Perque, què tens per amagar? Jo també m'enfadaré, perquè sóc com tu

Quan estas entre dos camins i no saps quin agafar, deixa'm anar amb tu perque encara que no escullis el correcte estaré amb tu. 

Estaré amb tu, no deixaré que ningú et faci mal perque estaré amb tu. 

Agafa'm, deixa'm entrar en les teves hores més fosques i mai t'abandonaré. Estaré amb tu. 

I quan cau la nit et sents sol però no ho estaràs, no aniràs pel teu compte. 

Estaré amb tu, no deixaré que ningú et faci mal perque estaré amb tu.

Lau 


“La única manera de hacer un amigo es serlo” Ralph Waldo Emerson


I'LL STAND BY YOU - THE PRETENDERS (PS22 Chorus)

 

lunes, 30 de enero de 2012

Vull ser horitzó

-    Vine amb mi, estigues tranquil•la.

No sabia què fer. No sabia si fiar-me d’aquell estrany o sortir corrents. Per una banda la seva profunda mirada m’hipnotitzava, em lligava a ell. Per l’altra, era un home completament desconegut per a mi. Era gran. Devia tenir uns setanta anys. L’experiència se li notava al rostre, i el cansament de viure tants anys es delatava en les respiracions que interrompien les tan gosades paraules. Com aquell qui res m’havia saludat, em va dir que se’m notava hores lluny que no estava bé. Al veure la meva expressió de desconcert, tímidament va fer-se enrere, i es va excusar dient que quan un ja és gran ha viscut molt, i l’únic que vol és passar la seva experiència als altres. Em va picar l’ullet i va somriure. Jo seguia estant desconcertada, i l’home em va dir que la veritat era que quan un supera els setanta anys, es passa el dia passejant amunt i avall, i la conversa no és molt present en el dia a dia. Em va recordar al meu avi. En la seva anatomia es notava que havia estat un home fort i corpulent, però com a tots, el temps l’havia acabat castigant. Va ser dur veure com el meu avi envellia i passava de ser un home alt i elegant a un homenet prim i sense forces, però mantenint l’elegància fins als seus últims dies. 

Quan em vaig adonar, m’havia aixecat del solitari banc del passeig marítim, i estava seguint al fràgil home. Ell havia notat que alguna cosa en mi no anava bé, però tampoc m’havia preguntat la raó. Tot junt em semblava bastant surrealista. Vaig parar, el surrealisme de la situació em superava. L’avi es va girar, i em va fer un gest per a que continués caminant. I sense que els meus pensaments reaccionessin, les meves cames continuaren caminant. 


Em va portar fins l’espigó. Aquella zona del passeig estava casi deserta. De tant en quant hi havien parelles passejant, persones solitàries buscant un lloc on trobar-se a ells mateixos, i estridents gavines sense rumb fix. Em van recordar a mi, vagant per la vida sense rumb fix.
Em va dir que m’assegués de cara a l’horitzó, i així ho vaig fer. Ell, amb molt d’esforç s’assegué al meu costat. Em va dir que li recordava a la seva néta. “Quina casualitat!” vaig pensar. Vaig somriure, i encuriosida li vaig preguntar on era la seva néta. “Fa quatre anys va complir la majoria d’edat i va voler viure per veure món. Des de llavors no l’he tornat a veure.” Em vaig penedir d’haver-li preguntat i vaig abaixar la mirada. Vaig començar a jugar amb les petites pedres del terra, com feia sempre que estava nerviosa. L’home, en canvi, semblava tranquil i serè. Va mirar a l’horitzó i involuntàriament jo vaig fer el mateix. “Els seus pares li van privar de la llibertat des de que era una nena.” va continuar. “A la majoria d’edat va experimentar per primer cop aquesta llibertat, i va decidir recuperar tota la llibertat de la que havia estat privada durant tants anys”. No sabia que dir. El vaig mirar, la seva mirada estava fixa a l’horitzó, semblava absorbida per la bellesa de l’aigua. El seus ulls sense dir res em deien tot el que l’home havia estat callant durant tants anys. Els remordiments, els penediments, les alegries, les enyorances. 


Continuava ignorant per què m’havia portat fins allà,i li ho vaig preguntar.
-    Mira a l’horitzó. – em va dir – Què hi veus?
No entenia el que volia dir. Li vaig fer cas. Veia aigua i cel separats per una simple línia. Gavines volant i el sol preparant per amagar-se.
-    Veig  el mar, el cel, la posta de sol...
Ell va negar amb el cap i em va mirar.
-    Tanca els ulls. Pensa en tu i en tot allò que et rodeja, i torna’ls a obrir.
Així ho vaig fer. Vaig respirar profundament l’aire salat i fresc d’un vespre de setembre a la platja. L’aire entrava dins meu acompanyat d’un munt de records. Records de persones, records de fets, records bons, records dolents. Vaig sospirar llarga i lentament, com si volgués renovar tota la meva persona. De fet, sabia que allò era exactament el que volia fer.
Records que havia intentat oblidar sense aconseguir-ho, records que ni jo mateixa sabia que estaven dins meu. 


Aquell temps en que els riures i la tendresa estaven presents, records de quan era una petita nena innocent i aliena als problemes. Una nena que era feliç simplement rient, simplement sent ella mateixa. Un sentiment d’enyorança em va envair. Imatges, paraules i fets acompanyats d’enyorança, de felicitat i de penediment. Aquells petons que tant m’havien fet patir però alhora m’havien fet feliç, aquella complicitat que em feia sentir part d’alguna cosa, aquells amics que em valoraven per qui sóc, aquella tendresa que la innocència rep de la seva mare. Tot allò que no estava al meu abast, tot el que havia perdut, tot el que havia canviat.
Un calfred em va recórrer el cos. No tenia fred, però tot i així, com sempre, tenia les mans gelades. Vaig somriure lleugerament. “Hi ha coses que mai canviaran”, vaig pensar.
Vaig respirar profundament i vaig decidir obrir els ulls. El Sol s’estava amagant, i es reflexava al mar en tons rojos i groguencs. El mar, les gavines, el vent... tot s’havia calmat. Semblava com si el món s’hagués parat per donar pas als pensaments. Només existíem l’home misteriós i jo. Sols al món, sols en la solitud els nostres pensaments. 


De sobte, tot havia canviat. La simplicitat de l’horitzó s’havia transformat. Vaig mirar de reüll a l’entranyable home, ell encara tenia els ulls tancats. El vaig mirar fixament. La seva cara era entranyable. La seva llarga vida era visible, i el dolor es podia veure en el seu gest de patiment. Les velles mans li tremolaven suaument. Semblava que volgués llençar al mar tot allò que li feia patir, tot allò que li treia les ganes de viure, tot allò que cada matí al llevar-se li pressionava el pit, li ofegava.


Vaig retornar la mirada a l’horitzó, i vaig entendre el que aquella estranya persona em volia fer entendre. L’horitzó no és tant sols una simple línia. És un tot infinit que separa dos immensos móns inabastables. És una llibertat anhelada pels records, pels desitjos. Allò que hem estimat i deixat anar, trobat i perdut, recordat i oblidat. Un món que avarca els somnis, les il•lusions. La persona impossible que et fa sentir i estimar, el futur que tant anheles amb ànsies, el desig de ser feliç, el somriure encisador que et fa viure... tots aquests impossibles formen l’horitzó, tots  al mateix nivell, tots a la mateixa llunyania. 


Vaig entendre que res és per sempre, i que tot no es pot tenir. Però em vaig negar a resignar-me amb aquests impossibles. Em vaig negar a deixar-los de banda, a acceptar la derrota. Tot no es pot tenir, però si no s’intenta, no s’aconseguirà ni el desig més humil i petit imaginable. Penso navegar mar endins, a contracorrent si fa falta. Penso vèncer a les temptacions i als límits. Penso arribar a l’infinit. Penso ser feliç amb el que tinc, i amb el que puc aconseguir. Penso estar orgullosa de mi mateixa. Penso afrontar els records impossibles d’oblidar, i gaudir dels records que mai seran oblidats. Penso viure i ser lliure.


Les onades trencaven contra l’espigó, mullant-nos suaument. Les fràgils gotes d’aigua fent-nos carícies de porcellana, i el mar oferint-nos una simfonia màgica. Em vaig abandonar a aquell paratge. Em sentia horitzó. “Aquesta és la paraula: horitzó. Vull ser horitzó. Vull arribar a tot, vull no tenir límits, vull llibertat”. No gosava despertar la serenitat d’aquest, i jo tampoc volia despertar. Érem jo i l’horitzó, l’horitzó i jo. Un tot infinit, i una petita part d’aquell infinit. 


Quan em vaig adonar, l’home m’estava mirant amb un somriure de satisfacció.
-    Veig que ho has entès.
-    Si, crec que ho he fet... – vaig respondre tímidament - Li puc preguntar una cosa? – la curiositat em va vèncer.
-    Endavant.
-    Per què jo? Per què això?
-    Mira, he viscut molt. He sigut feliç i m’he enfonsat, he estimat i he odiat, he aconseguit i he perdut. Durant anys m’he anat morint, com la flor que es panseix lentament, però he sapigut ser horitzó, he pogut arribar a ell. I sent horitzó he reviscut dia a dia. Si, he trigat quasi una vida per afrontar el passat, però un cop s’ha navegat tants cops a contracorrent, ja no tinc por del que pugui passar.
He vist masses persones patint, suportant un dolor immens que els impedia viure. Conec aquesta sensació, i m’ha semblat que el que has après et serviria de molt. Però per respondre’t millor, ho faré amb una altra pregunta: Per què has vingut? Per què has confiat i m’has seguit fins a aquí?


Aquella pregunta em va deixar sense resposta. No ho sabia. Senzillament, m’havia deixa’t portar. Alguna cosa dins meu m’havia fet confiar sense comptar amb la raó.
Davant el meu desconcert, l’home va tornar a somriure d’aquella manera tan especial, tan entranyable.
 Fent un gran esforç es va aixecar i va caminar lentament desfent el camí que ens havia portat a aquest descobriment. No entenia el que feia.
-    Esperi’s! On va?
-    Ja em puc quedar tranquil sabent que sempre hi haurà algú amb prou forces per a ser horitzó, i confio en tu, com tu ho has fet amb mi. A reveure, horitzó!
Li vaig somriure, amb aquell somriure li ho vaig dir tot, i ell ho va entendre.
-    Gràcies. Fins aviat, horitzó.








Lau

"Vivimos bajo el mismo techo, pero ninguno tenemos el mismo horizonte". Konrad Adenauer